Apenas 400.000 personas han votado en las primarias republicanas de dos estados rurales. Pero tanto Donald Trump como Joe Biden ya se están presentando como los candidatos de sus partidos.
La amplia victoria de Trump el martes en Nueva Hampshire, un estado de mentalidad independiente donde se lo consideraba más vulnerable que en cualquier otro, fue un punto de inflexión en la retórica tanto de demócratas como de republicanos.
“Ya es evidente que Donald Trump será el candidato republicano. Y mi mensaje al país es que los riesgos no podrían ser mayores”, dijo el presidente Joe Biden horas después de la victoria de Trump.
El equipo de Trump coincidió con la apreciación, aunque el propio expresidente seguía mostrándose furioso por la negativa de su rival Nikki Haley a darse por vencida.
“Yo digo que la elección general comienza esta noche”, dijo Vivek Ramaswamy, otrora rival y ahora adulador de Trump, parado al lado del expresidente durante el acto en que este proclamó su victoria en Nueva Hampshire. “Y este hombre ganará fácilmente”.
Semejante jactancia es apenas una muestra de lo que serán los próximos 10 meses. Los dos partidos están montando operaciones políticas colosales respaldadas por miles de millones de dólares en publicidad para lo que se da por casi seguro: una revancha entre el actual presidente y su predecesor.
Es un enfrentamiento indeseado por muchos votantes y algunos funcionarios electos. Tanto Biden como Trump tienen fuertes detractores en sus propios partidos y debilidades políticas flagrantes. Pero ningún precandidato republicano en toda la historia ha ganado las dos primeras primarias, como hizo Trump, para luego perder la candidatura. Y Biden, que ganó la primaria demócrata en Nueva Hampshire sin siquiera aparecer en la boleta, enfrenta apenas una oposición simbólica.
En las próximas horas, Biden será el orador principal en un congreso del sindicato automotor UAW, buscando ganar el voto obrero en los cruciales estados indecisos del centro norte.