Por: César Duvernay
La petición de una fuerza armada internacional que frene la violencia imperante en Haití hecha por el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, constituye una victoria para la diplomacia dominicana y muy especialmente, del presidente Luis Abinader como jefe de la política exterior. Siempre respetando el protocolo diplomático, República Dominicana ha mantenido una campaña para que la comunidad internacional accione frente al caos existente en la vecina nación, logrando, primero que Haití haya hecho la solicitud formal de intervención militar y luego que la misma haya sido puesta en la agenda del poderoso Consejo de Seguridad de la ONU.
Una cruzada que tuvo el acompañamiento cívico de dos importantes marchas ciudadanas convocadas por el Instituto Duartiano las que, desde el Distrito Nacional y Santiago, respaldaron la acción gubernamental que, y es justo decirlo, se ha venido haciendo en concomitancia con una serie de acciones vinculadas a la seguridad nacional como quedó evidenciado con los anuncios hechos el pasado domingo en la fronteriza provincia de Dajabón.
La adquisición de avituallamiento, así como de modernos equipos militares para reforzar la frontera; remodelación de infraestructuras; incentivos salariales para los efectivos allí apostados y las garantías en la ejecución del muro fronterizo conjuntamente a la certeza de que el país no va a permitir la instalación de campos de refugiados, hablan en mayúsculas del carácter, serio, responsable y nacionalista con el que el gobierno ha abordado un tema complejo, difícil y espinoso, pero de carácter impostergable.