Con el general Adán Cáceres, ex jefe de seguridad del expresidente Danilo Medina, acusado de corrupción junto a otros militares, el Gobierno ha abierto una caja de Pandora de donde posiblemente saldrán muchos demonios, si las investigaciones se profundizan. Pueden caer -espero que sí- muchas manzanas podridas que empañan la imagen de los cuerpos castrenses.
Para nadie es un secreto que la corrupción en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional no está al margen de toda la estructura mafiosa y gansteril del Estado. Los políticos en el poder han maleado toda la estructura militar y policial. Unos y otros han sido socios en el desfalco de los bienes públicos en completa armonía con la complicidad, igualmente, del sistema judicial y de importantes grupos empresariales beneficiados de todo el entramado que permite el despojo de cuantiosos recursos del pueblo dominicano.
El Estado tiene el dominio del poder represivo a través del sistema de justicia, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. El Estado es dirigido por los políticos que llegan al poder, los cuales se otorgan privilegios y prebendas para su beneficio y los traspasan por igual a otros en mayor o menor medida, creando así un Estado integrado por bandas depredadoras.
Pocos generales pueden, al amparo de las nuevas normativas, justificar las fortunas adquiridas durante su carrera militar o policial, al igual que muchos de los políticos que han pasado por la administración pública. El Estado ha sido un botín para unos y otros, una piñata cada cuatro años.
El presidente Luís Abinader parece estar dispuesto a terminar con esa situación en la milicia, la Policía y el Gobierno, para lo cual está tratando de “sanear el Estado”. No sé, lo confieso, si será posible en las actuales circunstancias políticas, con un sistema de partidos cuestionado y una clase política enferma que no ha entendido su rol histórico. La aspiración del mandatario de “sanear el Estado”, convirtiéndolo en un instrumento de desarrollo y estabilidad social fortaleciendo sus instituciones, es loable, saludable para el país. Ahora bien, no sé hasta donde el país esté preparado para aceptar esos cambios. No lo sé en verdad.
El Ministerio de Defensa está en manos de un militar correcto que ha forjado un liderazgo que le permite tratar de enderezar las cosas en los cuarteles, como lo es el general Carlos Luciano Díaz Morfa, a quien conozco hace muchos años. El jefe de la Policía es un oficial joven, muy preparado, interesado en cambiar la imagen de la institución del orden público, acatando un anhelo del presidente Abinader que le da seguimiento permanentemente a las Fuerzas Armadas y a la Policía. Transparencia en el Gobierno, transparencia en la milicia y en la Policía. Tolerancia cero con la corrupción. (No es casual que en estos nueve meses de gobierno se haya incautado más drogas que en los gobiernos del PLD. ¿Extraño, no?)
No puede haber cambios profundos en las Fuerzas Armadas y en la Policía, si no los hay en el Gobierno central, entre los funcionarios, entre los partidos y sus dirigentes. El presidente Abinader está actuando bien, espero que los miembros de su gabinete y los dirigentes del Partido Revolucionario Moderno, diputados, senadores y los integrantes del Ministerio Público, lo acompañen en esa labor titánica de “adecentar” un Estado estructurado para el robo y la impunidad. ¡Ojalá!