Claudio Acosta
Cerradas las puertas a una alianza a nivel presidencial entre los principales partidos de oposición, que todo el que está viendo el juego desde las gradas considera necesaria para que pueda desempeñar un papel honroso el próximo 19 de mayo, la única posibilidad que queda es que alguno de los candidatos renuncie para apoyar a otro, y que lo mismo hagan sus seguidores y partidarios, como nos recordó hace unos días un trabajo publicado en El Nacional.
Pero no parece probable, conociendo a los protagonistas de esta historia, que eso vaya a ocurrir, como quedó claramente evidenciado en la ya famosa carta que le dirigió Jaime David Fernández Mirabal a Leonel Fernández, así como también en la previsible respuesta del exmandatario a través del doctor Rafael Alburquerque. Y si el plazo para depositar alianzas en la JCE no hubiese vencido el pasado martes a las cinco de la tarde, todavía estuvieran enredados en ese tirijala sin poder ponerse de acuerdo para evitar lo que hasta ahora parece una derrota anunciada.
No meto en ese saco al candidato presidencial del PRD, Miguel Vargas Maldonado, pues un partido camino a la extinción, como volvió a quedar demostrado el 18 de febrero, no es mucho lo que tiene que aportar cuando se habla de votos. Eso por eso que si renunciara a su candidatura, como se ha estado rumorando, para apoyar al candidato del PLD, no sería para fortalecer la alianza Rescate-RD que promovió sino para salvarse a sí mismo, ya que si la mantiene y finalmente le cuentan los votos no podría volver a levantar cabeza.
Ni tampoco seguir recibiendo dinero público para financiar sus actividades, donde está el gran negocio de los dueños de partidos pequeños, la mayoría de los cuales se han convertido en parásitos de un sistema que premia la habilidad de sus dirigentes para negociar alianzas electorales con los partidos que tienen más posibilidades de ganar las elecciones, el camino más fácil, cómodo y seguro de continuar en el globo.