Por: Juan Taveras Hernández
No soy economista, ni pretendo serlo. No tengo la formación profesional que me permita, con propiedad y rigurosidad, abordar el propósito del gobierno de realizar una reforma fiscal integral que abarque todos los temas relacionados con la economía del país.
No invento el agua tibia, ni el hielo en cuadrito, si afirmo que una reforma debe ser equitativa, que no perjudique a ningún sector en particular, pero que no le cargue el dedo a los de abajo, como suele suceder.
Es simple: el que más tenga, que más pague, no al revés como pasa siempre. No dique que “a cada uno, según su necesidad, y a cada uno según posibilidad”, porque en un sistema capitalista, regido por las leyes del mercado, que se regula así mismo partiendo de los intereses de clases, sería pedir demasiado.
Poner de acuerdo con todos los sectores políticos, económicos y sociales en torno a elevar la carga tributaria de cualquier país, es casi imposible, porque cada uno “hala para su lado”.
Los grupos de poder de la República Dominicana tienen un problema de origen relativo a la acumulación originaria de capital, a su formación social que explica la falta de una conciencia de clase que le permita llevar la carga económica fundamental del país, permitiendo que la clase media no se empobrezca al nivel de los más vulnerables, que la constituyen la mayoría de la población.
América Latina sigue siendo el hemisferio más desigual del planeta, incluso, contrario a lo que muchos pudieran pensar, que África. En nuestra región, por ejemplo, la pandemia del covid-19, lejos de empobrecer a los más poderosos, los fortaleció. Sus fortunas aumentaron considerablemente, no así los pobres, que aumentaron.
“Pese a sus avances económicos y sociales de los primeros años de este siglo, América Latina aún es “la región más desigual del planeta”, ha advertido en distintas ocasiones la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal)
Voy más lejos: “La pandemia mundial enriquece a los ricos y empobrece a al resto. Ese es el resultado del demoledor informe publicado por Oxfam Internacional que muestra como la COVID y sus consecuencias, han aumentado aún más la brecha entre los que más y los que menos tienen.”
Según la ONG, los 10 hombres más ricos del planeta han visto duplicada su riqueza durante los dos últimos años, mientras que los ingresos del 99% de la población mundial se han visto por el contrario afectados. La diferencia es tan grande que, si estos 10 hombres perdieran el 99 por ciento de su riqueza, asegura OXFAM, seguirían siendo más ricos que el 99 por ciento de los ciudadanos del planeta”.
En nuestro país, donde parece haber más rentistas que empresarios, a los que sólo les importan sus beneficios, muchos de los cuales se obtienen gracias al Estado que los incentiva y los protege, de toto mal, (más de 300 mil millones de pesos en exenciones fiscales), las desigualdades son más que obvias. Nada más hay que hacer un recorrido por las calles, campos, avenidas y sectores privilegiados y hacer una “auditoria visual” para ver los niveles de desigualdad.
Son los mismos que se oponen, de manera virulenta, a una reforma integral, justa y equitativa, donde los que más tienen sean los que más paguen.
¿Quiénes son los que más evaden el pago de sus impuestos, incluyendo el consumo de energía eléctrica, el ITEBIS, etc.? Las autoridades calculan que la evasión sobrepasa el 40%. Estoy seguro de que, si se redujera, a la mitad, sería innecesaria una reforma. O muy mínima.
La principal tarea del gobierno, así las cosas, es disminuir la desigualdad; establecer un sistema más igualitario, más justo y equitativo, lo cual requiere de un balance tributario acorde con la realidad social, económica y política del país.
La oposición, fundamentalmente la Fuerza del Pueblo y el Partido de la Liberación Dominicana, Leonel Fernández, Danilo Medina, juegan a la política oponiéndose a los cambios que se avecinan. Saben que la reforma es impostergable, pero pretenden sacarle beneficios políticos a lo que se avecina. Quieren pescar en río revuelto, provocar, si es necesario, una poblada o algo similar. No quieren estabilidad, gobernabilidad, ni paz social, apuestan al desorden, al caos, y la violencia callejera, para demostrar que terminó la “oposición light”.
No obstante, contra viento y marea, ha llegado el momento del “cambio” verdadero, estructural, en el plano económico, por aquello de que “lo mejor está por venir” para los pobres que suman casi el 30% de la población (disminuyó 3%), lo cual requiere de una voluntad política inquebrantable de parte del presidente Luís Abinader y de su Partido Revolucionario Moderno.