Por: Claudio Acosta
La Policía Nacional tiene motivos para cacarear como gallina culeca un logro tan extraordinario, probablemente histórico, pues en los más de treinta años que llevo bregando en este oficio nunca había tenido noticias de que algo así hubiera ocurrido antes. Un documento enviado a los medios de comunicación por la institución del orden destaca que treinta y siete personas que eran perseguidas por distintos delitos, desde robos agravados hasta homicidios, se entregaron de manera voluntaria entre el 14 de noviembre y el 19 de diciembre de este año.
Según un reporte de la Dirección Central de Investigación remitido a través de la División de Criminología al Director de la Policía, el mayor general Eduardo Alberto Then, los delitos que se les atribuyen se produjeron en el Gran Santo Domingo, San Pedro de Macorís, La Vega, San Juan de la Maguana y Barahona.
¿Por qué decidieron entregarse todas esas personas o quién los convenció de que lo hicieran? Fue lo primero que me pregunté al leer la noticia, ya que el documento de la Policía no ofrece detalles ni explicaciones sobre una situación que no se ve, insisto, todos los días. Y fue esa la razón por la que se lo comenté a un colega con la esperanza de que me ayudara a descifrar el misterio, quien ni corto ni perezoso, y sin pensarlo mucho, me regaló la explicación, o lo que tiene muchas posibilidades de serlo: los intercambios de disparos.
“Como está la Policía en estos días, matando delincuentes sin averiguar mucho ni perder el tiempo apresándolos y sometiéndolos a la justicia para que después los suelten y regresen a las andadas, cualquiera que tenga asuntos pendientes prefiere entregarse por las buenas a esperar que le den pa’ bajo en un intercambio, y no precisamente de regalos. Por más incómoda que sea una celda en La Victoria, Najayo o el 15 de Azua, siempre lo será menos que una estrecha caja de madera enterrada ocho pies bajo tierra”. (No sé a ustedes, pero a mi me convenció el argumento).