El astronauta chino Chen Dong con uno de los brotes de arroz en la estación espacial Tiangong 3

El arroz es el alimento más consumido en todo el planeta. Proporciona una buena cantidad de energía, aporta hierro, magnesio y fibra y apenas tiene grasa, azúcares o colesterol. Se calcula que aproximadamente el 10% de la superficie cultivable del mundo está dedicada a producir arroz y las razones son fáciles de entender: es un cultivo sencillo, de gran versatilidad, se adapta a muchos tipos de suelos y climas, no requiere demasiados cuidados y cada hectárea de plantación resulta muy productiva. Por todas estas ventajas no es de extrañar que el arroz tenga reservado un papel muy importante en la alimentación… y no solo en nuestro planeta Tierra, sino también fuera de él.

Desde los inicios de la carrera espacial el arroz ha sido parte fundamental de la nutrición de docenas de misiones, incluyendo a los astronautas del Apolo 11 que comieron arroz liofilizado en su viaje a la Luna. Ahora que el programa Artemisa pone de nuevo sus miras en nuestro satélite, ahora que comienzan a asomar proyectos orbitales, bases estables en la Luna e incluso viajes a otros planetas del Sistema Solar, como Marte, no deberíamos olvidar que todas estas futuras misiones deberían contar con un sistema de suministros lo más sostenible y autónomo posible.

En la actualidad, los tripulantes de la Estación Espacial Internacional dependen de los envíos regulares de comida y agua desde la Tierra pero, cuanto más lejos nos vayamos adentrando en el espacio, más difícil será enviar provisiones. Por eso, tarde o temprano, resultará indispensable cultivar nuestra propia comida en estaciones orbitales, en naves espaciales o en asentamientos y bases en la superficie.