Cualquiera dirá que el senador Bautista Rojas se pasó “un poquito demasiado” al proponer que para evitar que las otras 29 provincias se vean afectadas por el rebrote del Covid-19 se prohíba la salida de pasajeros y personas del Gran Santo Domingo, lo que se prevé ocurra este fin de semana cuando miles de personas viajen al interior del país con motivo de la celebración el domingo del Día de las Madres.
Pero cuando se pone atención al terrible drama que se está viviendo en clínicas y hospitales, lo que está obligando a familiares de enfermos a irse a las provincias para ver si allí encuentran donde internarlos, no parece una idea tan descabellada la propuesta del exministro de Salud Pública.
Sin embargo, no creo que el Gobierno, que por razones obvias sigue apostando a la apertura y la normalización de la vida económica y productiva del país, se atreva a llevar las medidas restrictivas a ese extremo.
Mucho menos después de flexibilizarlas a tal punto que buena parte de la población, esa que a estas alturas no acaba de entender la gravedad de la pandemia porque le importa más el teteo y la chercha, terminó de convencerse de que aquí no está pasando nada y que puede seguir la fiesta.
Llegados a ese punto, y hartos como estamos todos de toques de queda y restricciones que nos han robado hasta los abrazos que nos hacían sentir más cerca de las personas que queremos, resultará más difícil para el Gobierno imponerle a esa población una disciplina que desde el principio ha estado ausente.
Esa gente ya le perdió el miedo al covid-19, y antes se lo perdió a unas autoridades a las que ha faltado firmeza para hacer cumplir los protocolos de prevención. Pero ahora que las cosas pasan de castaño a oscuro tendrán que emplearse a fondo, apretar bien la muñeca, si quieren evitar que por culpa del teteo irresponsable se malogren sus esfuerzos, que no han sido pocos ni baratos, por sacarnos vivos y viables de esta pesadilla que ya dura demasiado.