Todo en exceso hace daño, incluido el optimismo. Y lo digo porque algunos funcionarios se están pasando de contentos, o mejor dicho de optimistas, sin darse cuenta de que esos excesos, por mejor intencionados que estén, terminan revirtiéndose contra el gobierno que representan, si la realidad, siempre compleja y cambiante, no se corresponde con unas expectativas proclamadas con tanto entusiasmo y ligereza.
El otro día leí con preocupación y desconcierto que la Vicepresidenta y jefa del Gabinete de Salud, Raquel Peña, asegura que estamos preparados para un eventual rebrote del covid-19, que sigue matando dominicanos aunque hayamos decidido ignorarlo, luego del asueto de Semana Santa, y de inmediato me pregunté si realmente hablaba en serio, teniendo en cuenta las conocidas carencias y limitaciones de nuestro sistema de salud.
Porque si bien es cierto, y eso hay que reconocerlo y aplaudirlo, que se han hecho esfuerzos extraordinarios por contener los efectos sanitarios y económicos de la pandemia, como evidencia la relativamente poca cantidad de fallecimientos en comparación con países más desarrollados y sistemas de salud más eficientes, da grima pensar en la magnitud de ese eventual rebrote luego del desorden que vimos en playas y balnearios de todo el país, como si en lugar de cumplir el protocolo estuviera prohibido usar mascarillas y respetar el distanciamiento social.
Tampoco entiendo cómo se puede afirmar, al tercer día del inicio de las clases semipresenciales, cuando todavía miles de padres tienen miedo de enviar a sus hijos a las escuelas, que la “vuelta a las aulas es un éxito”. Cualquiera entiende que los políticos, cuando están en el poder, exageran un “poquito demasiado” sus logros supuestos o reales. Y aunque no digo que sea este el caso, tampoco callaré si veo que van por el mismo camino de los que estaban antes, que precisamente por eso los cambiamos por los que están ahora.