Hay que admitirlo: desde que apareció la pandemia del coronavirus, bautizado como COVID-19 el candidato presidencial, hoy presidente de la República, Luís Abinader, mostró preocupación por los efectos devastadores en la economía, pero sobre todo en la salud de las personas. Buena parte del dinero de la campaña lo utilizó en adquirir mascarillas, ventiladores, medicinas y hasta hospitales que fueron instalados en varios puntos del país. Puso, sin ser presidente, la salud en primer plano, cosa que no hicieron las autoridades anteriores, que por el contrario, politizaron el problema y lo utilizaron, junto con los recursos del Estado, para promover a sus candidatos que afortunadamente perdieron las elecciones.
Instalado en el Palacio Nacional, Abinader fue coherente manteniendo en primer lugar la salud, haciendo sacrificios enormes para combatir la pandemia. No ha escatimado esfuerzos para que la nación se recupere del terrible mal, obteniendo éxitos que han sido reconocidos hasta por organismos internacionales, no así por determinados sectores políticos que le quieren sacar provecha a la pandemia.
No ha sido fácil. El éxito logrado ha costado mucho trabajo día y noche, sin descanso, para que en el menor tiempo posible toda la población esté inoculada en contra del virus. Me constan los sacrificios del presidente Abinader, de la vicepresidenta, Raquel Peña y los demás miembros del gabinete de salud. Hay que ser mezquino para no admitir que el gobierno ha hecho todo cuanto le ha sido posible para obtener las vacunas. Y lo hizo preventivamente acudiendo al mercado internacional pagando por adelantado. El presidente asumió su responsabilidad con determinación. Es por ello que el país marcha hacia la recuperación. El sacrificio económico valió la pena. La recompensa no se hará esperar. No es casual que Abinader sea hoy el tercer presidente de la región mejor valorado por su pueblo.
Las vacunas continuarán llegando. La población, que en principio estaba reacia, hoy acude en masas a los centros de vacunación. El toque de queda ha sido flexibilizado. Esperamos que pronto deje de existir para recuperar los empleos, abrir discotecas, restaurantes, hoteles, fábricas, universidades, etc. El costo ha sido muy alto, es cierto, porque las dosis de las vacunas, acaparadas por los países grandes y ricos, son caras.
Al ver la información de la llegada procedente de China Popular de otro medio millón de dosis, le pregunté a la vicepresidenta Raquel Peña cuándo llegaran los demás cargamentos. “No tengo la fecha exacta, pero será pronto. El gobierno ha hecho y seguirá haciendo lo que sea necesario para la vacunación de toda la población. Espero que el próximo mes tengamos otro cargamento”, me comentó con satisfacción.
Tanto en el plano local como internacional el presidente Luís Abinader se ha quejado de la actitud dominante y hasta prepotente de los países desarrollados que han acaparado las vacunas olvidando a los países pobres y pequeños sobre los cuales tienen una gran incidencia política y económica, sobre todo Estados Unidos, en el caso nuestro. Tal vez les moleste a determinados grupos, pero la República Popular China -hay que decirlo- ha sido más solidaria con nuestro país proporcionándonos las vacunas requeridas, a pesar de tener una población cercana a los mil 40 millones a los que hay que inocular.
Lo importante, no obstante, es que las vacunas están llegando, que la gente se está vacunando. Y pronto volveremos a la normalidad. Seremos de los primeros países en el mundo en recuperarnos económicamente, ya lo dice el Banco Mundial y el Banco Central.
El presidente Abinader y su gobierno simplemente han cumplido con su deber poniendo en primer plano la salud del pueblo, sanear la economía evitando el trasiego y la corrupción, porque para eso fueron elegidos. ¿O no?